lunes, 21 de marzo de 2011

Soledad, divino tesoro

                                                      … “Soledad, divino tesoro”…

No recuerdo bien quién dijo esta frase sin predicado verbal, ni quiero saberlo pero… ¡qué cierta es! De verdad… La soledad es tan bella, tan… vacía en sí misma. No quiero parecer un loco o un fumado de estos que miran al cielo y exclaman como bobos “que infinito es el cielo, me siento insignificante, como una hormiga tiiiiio…”

No pretendo asustar a nadie con el tema de hoy, dedicado a esa maravilla llamada soledad, solamente quiero agradecerle que en los momentos más importantes ella esté allí, como la mejor de las amigas, como el mejor de los amigos: va por ti, Soledad.

Ella, así nos referiremos al citar a la ausencia de prácticamente todo a partir de ahora, aparece en varios momentos, y bien es cierto que puede llegar en buenos o en malos momentos. 

Cuando no llega en un momento oportuno tendemos a evitarla, a pasar de ella, a fingir que no está allí, de pie, mirándote con cara de tristeza esperando a que te des la vuelta y te lances sin remedio a sus brazos. En nuestra cabeza creamos las más variadas mentiras, excusas, tonterías, y pretendemos autoconvencernos de que ella no tiene que estar hoy ahí, que tiene que irse, por las buenas o por las malas. Por otro lado, cuando es bien recibida, su presencia se agradece tanto que la ausencia de felicidad se torna en felicidad, las carencias se vuelven virtudes y en esos momentos somos todo lo que no podemos ser cuando estamos cara al público. 

Suena extraño, pero el caso es que es cierto, porque sino decidme… ¿Cuántos de vosotros no habéis dado lo mejor de vosotros mismos cuando estáis solos? Mirándoos al espejo y repitiéndonos a nosotros mismos un discurso; frente a un papel en blanco y un boli antes de escribir algo importante; frente a un libro de quién sabe qué asignatura, con el iPod u otro reproductor de música… No lo neguéis, todos lo hemos hecho. Cuando estamos solos y ella nos atrapa entre sus brazos… Si siempre hemos fingido indecentemente que todo va bien, en esos momentos nuestras miserias resurgen para remover nuestra conciencia e intentar salvar el alma. Si por el contrario sufrimos ante los demás pero procuramos esconderlo para no herir a nadie e intentar agradar, cuando ella se sienta a nuestro lado nos arranca la mayor de las sonrisas, nos habla en silencio, nos empuja a saltar al vacío y exteriorizar lo que nunca creemos posible hacer… Y todo fluye perfectamente. Es… la mejor de las sensaciones. Estar solo, y ser lo que nunca podemos ser. Cantar, bailar, sentir, desear, pensar, sonreír… Son solamente algunas de las cosas que tendemos a querer hacer cuando nadie ve, cuando nadie oye, cuando no hay nadie alrededor. 

Pensadlo bien, en esos momentos… ¿Quién está pensando en que “ojalá me estuvieran viendo”? Yo por lo menos no. Yo disfruto de esos momentos que comparto conmigo mismo, siendo yo en estado puro, haciendo todo lo que por vergüenza no puedo hacer. Tampoco os vayáis a imaginar que hago auténticas locuras, no me contengo tanto como para luego hacer cosas de las que no estaría orgulloso, pero sí es cierto que la manera en que te sueltas, practicas, pruebas a hacer esas cosas que no intentarías en público te motivan, te dan alas, piensas… ¿por qué no?

Inspira… Sí, y mucho. Como escritor amateur que soy he de reconocer que ella me ha ayudado desde la más absoluta oscuridad a sacar temas difíciles adelante, ha sido la musa que ha inspirado mis palabras, mis frases, y ha estado ahí siempre que yo hacía cualquier cosa. Por detrás me golpeaba cuando no plasmaba una idea bien, y su silencio… Como bien dice el dicho “el que calla otorga”, y ella también lo hace. Susurra a mi oído las más diversas palabras, un vocabulario que resulta elegante o pedante, depende de los ojos que lean, pero que otorga una belleza espectacular a mis textos. Que quede claro, no soy yo quien escribe bien, sino que solamente soy la tinta de una pluma que garabatea en el aire y traduzco las palabras que ella no puede escribir a algo tangible. Debería firmar cada día con su nombre, pero es tan humilde que nunca aparece para reclamar nada. 

Tanto y tanto más podría hablar sobre mi amiga la soledad, pero me quedaría tan corto… Os dejo, creo que ha plasmado suficientemente bien lo que ella misma es, podemos permitirle que se eche flores una vez cada mucho tiempo, ella también necesita una figura que le diga todo lo que hace por los demás, y ese reconocimiento viene dado por la gente que se da cuenta, en el más absoluto silencio, de lo que supone contar con la ayuda de tan hermosa invisibilidad.

Buenas noches, besos, saludos y abrazos,


                                                                           Juan Lasheras Cuenca



P.D.: Tú, que lees, procura no caer en las garras de mi amiga si has sido una persona que no ha vivido su vida correctamente. Si eres de esos… Te recomiendo que cambies, que no trates de ser otra persona, que o bien des la cara con tus fallos o te calles. Y, ¡ay de ti si te falla la sinceridad! Ella vendrá cada noche a tu cama a sacar a relucir todo lo que realmente eres, todo en lo que te has convertido por culpa de la falsedad, de querer aparentar, de necesitar un reconocimiento público para sentirte bien…Nunca es tarde para cambiar, y si lo haces ella te perdonará y se sentará a tu lado para compartir contigo tu vida, todos tus logros, todo tu cambio... Ser buena persona es fácil, si vas con la verdad por delante, sincero, y no temes esos momentos en los que ella pueda aparecer.

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