viernes, 24 de mayo de 2013

Una grabación sin oyente

Hola. Sí, al fin. Otra entrada más que leer. Es de agradecer. No, no hablo de lo que yo escriba, lo digo por ti. Gracias. Por estar ahí. Te interesa lo que escribo, sea para bien o para mal. Uno siempre quiere que lo que piensa sirva para algo más que para pasar un rato pensando a solas en una habitación. O en una calle sin horizonte, o en cualquier otra situación.

Pero… Le he dado vueltas. Muchos son, o somos, los que escriben, o escribimos, para soltar lo que tenemos dentro. Lo he vuelto a pasar por mi filtro, mi cabeza, y me he dado cuenta de que no estoy orgulloso de lo que escribo. Pienso cada palabra que escribo, y aunque sé que haya podido escribir cosas que suenen bien, no sirven para nada. No deberían ser imagen mía, ni de nadie. No es así. Desde luego que no. Las cosas se dicen, a la cara, frente a alguien, una persona real. Es todo un reto. Tienes que tener tan claras las ideas… Que no te de tiempo a borrar, reescribir, o pensar. Ciertamente a mi me gusta publicar las cosas tal cual. A veces modifico alguna frase para que no suene vulgar, es decir, que no parezca que lo estoy hablando. Lo oral y lo escrito exigen diferente nivel de claridad para los distintos receptores.

No nos desviemos. El caso, es ese. Me he dado cuenta, lo he visto, y esta es mi última entrada. ¿Por qué? No porque me importe lo que pueda pensar alguien sobre mi, quizás esa fuera la idea inicial. La realidad es que no quiero plasmar en papel lo que soy, sobre todo porque no merezco tan poco. No hace justicia a quien soy. Y que conste que puede ser para bien o para mal. Alguien puede leer todo esto y pensar: “jo, que tío más guay”. O bien: “este es más falso que Judas”. Y es tan cierto como que mañana será sábado. Precisamente es el motivo opuesto el que me hace despedirme. Y explicarme. Si fuese un extremista, no volvería a escribir y listo, pero en parte sigo siendo el mismo Juan que empezó este blog. Y creo que esto que escribo sí que puede ser útil de verdad, no para que uno abra un blog y suelte todo lo que se le pasa por la cabeza, si no más bien para lo contrario. Para que tú, seas quien seas, te des cuenta de que no tienes que hacer estas cosas para sentirte bien. Para que tú tengas conciencia de que vales mucho, y que tengas paciencia si no consigues que nadie te haga llegar a tal punto de confianza como para que puedas abrirte y contarle lo que constantemente escribes. Todo es cuestión de tiempo. Tiempo, actitud, personalidad propia, e indiferencia.

Es más sencillo de lo que parece. No creo que vayamos a dejar de ser como somos, porque… Eso que nos hace ser únicos es tan básico que nunca podrá desaparecer. Yo solo intento que veas que… Escribes bien, o no, al menos lo intentas, pero no debes hacerlo. Te estás abriendo a todos, a quienes te aprecian y a quienes no, o a quienes te aprecian y a quienes no hacen el esfuerzo de conocerte, para ser más justos hablando. Piénsalo un momento. ¿Aún no te das cuenta? Es fácil verlo, de verdad. Has escrito sobre amistad, amores o desamores, sobre las cosas que piensas cuando se te ocurren, ¿y por qué las escribes? Porque nadie te conoce (o quiere) lo suficiente como para acercarse y decirte: “va, cuéntamelo”. Mirad lo que yo he ido publicando. No sé si sentirme avergonzado, pero lo veo claro. No me arrepiento, porque es el Juan de hace uno o dos años, e incluso el de enero mismo. Pero no quiero serlo más. No al menos en el plano público y sin control. Mis padres siempre me han repetido lo peligroso que es colgar algo en internet, y aunque yo no tenga miedo de nada de lo que escribo, tienen toda la razón. Por culpa de las nuevas tecnologías somos todos escritores profesionales de sentimientos, y el título lo recibimos cuando tenemos ordenador, conexión a internet y un sufrimiento interior. Pues yo no quiero serlo más.

Y termino así. Lo dicho, puedo sonar a lo mismo que todo el resto de entradas que hayáis leído, pero solamente quiero despedirme como Dios manda, y sin callarme lo que me ha llevado a ver las cosas con otros ojos. Creo que sería injusto que si alguien se encuentra encerrado en una mentira y yo tengo mi solución, que no LA solución, no la compartiera para ver qué ocurre.

Gracias por leerme, pero ahora os toca conocerme. Quisiera poder deciros que lo que habéis visto es solamente una pequeña parte de mi, pero como no soy yo quién para juzgarme… Adelante, atreveos a llamarme, escribirme, o lo que queráis. Estaré encantado de conoceros, y trataré de ser recíproco con vosotros, no me negaréis que os gustaría que os entendieran y os escucharan.

Un abrazo, y que esto sea el comienzo de una gran amistad.

Juan