miércoles, 12 de febrero de 2014

El despertar

Pensé que podría dejar de escribir, que no habría temas que me pudieran animar a ello, pero una vez más me he equivocado. Claro que puedo no escribir, porque al fin y al cabo lo único que hago es expresar mi opinión, y como tal, puede que a nadie le interese. Sin embargo, y como filosofía que llevo aplicando durante toda mi etapa como persona consciente, no deja de ser una especie de deber el plasmar las cosas como las veo sobre el papel, o sobre el formato electrónico, en este caso.

Cada día surgen temas nuevos, en Twitter, en Facebook, en la universidad, en los medios de comunicación… En todas partes. Y en la gran mayoría de temas que se comentan por todos lados, estoy en desacuerdo o muy en desacuerdo con la tendencia que tienen algunos de opinar como si de un rebaño de ovejas sin cerebro se tratara.


Y es que no podemos negar que seguimos los argumentos de quien queremos, si nos vienen bien, y si nos dan un objetivo contra el que ir. Pero es que no es solo eso, si no que también hacemos una labor de recopilación de información veraz nula. Es decir, y para que quede claro: opinamos por opinar, porque nuestra vida es aburrida, y queremos evitar el centrarnos en lo realmente importante de nuestras vidas, y con el hándicap de no poder mantener unos argumentos sólidos. ¿Quién no ha tenido la típica conversación con alguien en la que acaba haciendo referencia a cosas de las que no tiene ni idea, y metiéndose en aspectos en los que no se ha molestado en informarse?


En general gusta el confrontamiento, y digo gusta sin incluirme, porque a mi me da asco. Yo discuto, con argumentos, y con la tranquilidad de saber que yo hablo con toda la calma del mundo, sabiendo que lo que yo puedo defender también flaquea, pero sin pretender querer cargarme a nadie o desacreditarlo y reírme de él por el mero hecho de que opina diferente a mis ideas. Y eso, desgraciadamente, me ocurre. Y solo quiero que me respeten, porque los que dicen que quieren ser respetados no entienden que haya una parte de la sociedad que no comparta sus ideas, y que tiene el mismo derecho que ellos a pensar diferente.


Me encanta entablar una conversación interesante, de esas que me puedan enriquecer, que me ayuden a entender los argumentos que tienen aquellos que tiene la postura contraria a la que tengo yo. Y quiero creer que el hecho de ser diferentes no es un impedimento para seguir siendo tan amigos una vez hemos expuesto nuestras ideas. Todos somos diferentes, somos únicos como personas, nuestra cabeza funciona de una manera en que ninguna otra lo hace, y surgen ramas que difieren en algo unas de otras. Lo que no es bueno es cortar esas ramas, y no hacer un análisis mucho más exhaustivo de aquella información básica, sin contrastar, que te llega, y que debes coger, plantar en una maceta, y hacer que crezca, regándola con tu interés y tu buen hacer.


Las cosas están mal últimamente, y tú podrías ayudar si decides poner empeño por entender, por conocer, y por proponer alternativas. Pero, por favor, pensemos antes de opinar. Sé que ser una persona realista puede hacerte perder cierta perspectiva más “imaginativa”, pero lo que nunca hará una persona realista es equivocarse en los cálculos más negativos que, a la larga, son los que suelen surgir en todos los proyectos que se emprenden. Es muy bonito creer que vas a conseguir todo lo que te propones, pero si no haces algo más que pensar e imaginarte lo bonita que será tu vida en un futuro, te estancarás en la mediocridad, le contarás a todo el mundo lo bien que vivirás, pero llegará la realidad, tocando a tu puerta, y te mostrará que sin cabeza no se puede hacer nada. Cabeza, planteamientos, y esfuerzo. Y una mente creativa se esfuerza, pero necesita de la racionalidad para poner esas ideas sobre el plano en el que vivimos.


Suficiente por hoy, espero poder mantener una dinámica activa de publicaciones, y sobre todo, que os puedan interesar.


Que tengáis un buen día.



Juan


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